Las calles, las plazas, nuestra ciudad… silenciosa, triste, vacía, como un agujero negro en el que nunca habíamos pensado caer.

Nuestros niños y niñas, encerrados, cautivos, activas, pensativas, juguetones, aburridos, sonrientes… resilientes, en los que nunca dejamos de confiar y siempre nos sorprenden.

Ya se empiezan a fundir esas dos realidades.

Ni la ciudad estuvo nunca pensada para no tenerlos, sostenerlos y cuidarlos, ni ellas ni ellos pueden vivir sin libertad de movimiento, sin vaivenes por aceras, sin horizontes, sin viento que les despeine y voces que les acunen.

A esta relación truncada, aceptada por todos, agarrándonos a un acto solidario y necesario, le ha llegado el final. Niñas y niños se reencuentran con las calles.

A todos nos gustaría que fuese una fiesta, un jolgorio, una celebración. Pero eso no es posible. Serán paseos tranquilos, alegres y sosegados, incluso prudentes y con pequeños miedos y de nuevo, como en este confinamiento, las personas adultas aprenderemos de los más pequeños.

Sí, niñas y niños que “no hacen más que jugar” y que precisamente por jugar tienen una experiencia en el aquí y ahora y un aprendizaje básico sobre el que construirán todo su conocimiento futuro.

¿Podemos pensar que al igual que nosotras y nosotros nos hemos refugiado en la cultura: libros, cine, música… para alimentar el alma, para llevar dignamente los días de encierro, los más pequeños gracias al juego se están enfrentando a la complejidad del mundo y están dando esta respuesta tan emocionante?

¿Es posible que adultas y adultos les hayamos dejado hacer y jugar más, sin pensar que era una pérdida de tiempo? ¿Ha perdido sentido el tiempo tal y como lo valorábamos? ¿Hemos sido conscientes de cómo los niños y las niñas se autorregulan en el juego, se encuentran, se pierden, se calman?¿Hemos jugado y disfrutado más con ellos?

¿Vamos a introducir este aprendizaje en nuestras vidas? ¿Va a ser una de tantas cosas buenas que esperamos cambiar al salir de esta crisis?

Va a ser que sí, que queremos que sea así.

Ahora, niños, niñas, seguid enseñándonos a vivir, a dar respuestas a lo que viene con inteligencia y humor.

Nosotras y nosotros, las personas adultas que entendemos el sentido de la vida a través del juego seguiremos defendiéndolo: ¡que el juego impregne de nuevo calles y plazas, que vuestra casa ya está llena!

¡Nos encontramos en las calles!

PAI